martes, mayo 03, 2005

El desierto de los leones

Prefiero no ir al circo, pues no estoy de acuerdo con el cautiverio de los animales. La situación de estrés que viven a diario al permanecer en pequeñas jaulas y luego enfrentarse ante una multitud de personas, en medio de la música, luces y gritos, debe ser un hecho traumático para cualquier animal. Escribo sobre esto a propósito de la huída de un par de leones en el desierto al interior de Iquique. Hoy la prensa iquiqueña tituló la travesía de los dos felinos que tras un accidente en la caravana de un circo, huyeron y deambularon en libertad durante 7 horas por el árido Atacama. Los leones de un poco más de un año se enfrentaron a una situación de libertad, quizás la única de sus vidas y que se transforma en un paréntesis de una existencia donde el cautiverio es una realidad asumida y normal tanto como el respirar y comer.
Extrapolando la historia de Nerón y César (nombre con el que bautizaron a los leones) a nuestra existencia, son esas situaciones fortuitas y de quiebres las que nos permiten conocer y abrir nuestra visión a horizontes distintos, lejanos de la rutina de trabajos, viajes y comidas que son elementos que se transforman en jaulas de un cautiverio creado por nosotros mismos y que nos mantienen caminando a un paso lento y seguro, donde no nos atrevemos a tomar otro ritmo y descubrir que la vida tiene diferentes formas y colores.
Bien por Nerón y Cesar, que por un instante pudieron descubrir que el espacio es más grande que una jaula de un par de metros cuadrado.

Aprovechando la coyuntura, los invito a oír una canción de Juan Carlos Baglieto "Carta de un león a otro".

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