lunes, noviembre 23, 2009

"Atascados en Salala": Botones de colores en la vida gris



Cuando una obra logra recogerme y adentrarme a momentos catartico, me dan ganas de escribir. Este fin de semana fui a ver "Atascados en Salala", el montaje de creación colectiva que pone a la Compañía Ictus nuevamente en las tablas y en las conversaciones del teatro, del buen teatro. Después de verlo, me dieron ganas de escribir.


Bajo la dirección de Nissim Sharim, esta obra lleva a las tablas al mismo director, junto a Roberto Poblete, Paula Sharim y María Elena Duvauchelle, a ponerse de pie, en un escenario vacío, en un ambiente gris, matizado por algunos colores - pequeños colores - como los botones verdes, rojos y demases de sus sombríos trajes, para dar inicio a una obra donde el gris tendrá un protagonismo fundamental.


La tropical canción que inicia la obra y que servirá de puente entre una y otra historia, contrasta con los rostros fríos y miradas duras de los cuatro protagonistas que brotan altivos en el escenario. El primer diálogo que se da entre el público y uno de los personajes, es la señal a abrir el alma, pues el montaje está tejido con relatos íntimos; por momentos crudos, por momentos romanticos, por momentos simpáticos, pero nunca livianos, donde los diversos personajes que participan contruyen historias, siendo el consumismo el que marca el hilo conductor.


Se trata de un montaje con historias independientes una de otra, carente de una gran escenografía, solo con elementos mínimos, donde lo que prima es el actor y el guión. Las actuaciones son sólidas. Brutalmente sólidas. Sharim (él) y Poblete en el mejor punto; mientras que Sharim (ella) y Duvauchelle llevan a los nudos candentes de la obra con una sobervia actuación entre el drama y la comedia.¡Maestras!

Volviendo al gris, las historias están envueltas en una atmósfera oscura. Envidias, soledad, incomunicación, entre otros elementos negativos priman en los relatos; pero siempre hay un giño de esperanza, como los botones de colores, graficados en la sonrisa en el camino, en una flor, en un volatín, en un paragua volador y en un té. Esto mezclada con la intimidad, no de los personajes, sino que de los actores, que con su nombre y apellido nos hablan de su historia, de un pasaje de su vida, como un paréntesis necesario de fidelidad con el público.
Una obra necesaria de ver. Insisto en las actuaciones, es en ellas donde el escenario brilla más fuerte.

Atascados en Salala para reencontrarme con el teatro.