jueves, junio 12, 2008

Intentando ser Peter Pan


Si por un momento me quedo quieto. Observo el tiempo. No soy viejo. No soy adulto. Y si en ese momento me asomo por la ventana, me siento en el sillón y veo una película y me río fuerte, muy fuerte, tan fuerte que lloro mientras me sigo riendo fuerte, tan fuerte. Y si en esa película me sumerjo, y si en esa película me olvido que me quedé por un momento quieto, intentando no oir el reloj en el estómago del cocodrilo, ni el veneno de mi falta de sueños, de fe y de más fe. Se asomaría el secreto de la magia que se escondió por allá en el otro siglo que comenzaba, en el continente de atrás, en un teatro de Londrés, donde un hombre, donde un James Matthew Barrie, llevó a las tablas a ese niño que logró quedarse quieto no solo un momento, sino que se atrevió a jugar con la aguja que no suena, como el reloj de la mano tragada y ser un niño siempre, mucho mas que este momento donde yo quedo quieto.

Quien pase por acá y llegue a estas letras, y quiere ver magia y soñar por un momento desde el imaginación profunda, loca y bella; con la estética de lo onírico plasmado en la pantalla y la conversación de las miradas de niños, de perros y osos bailarines, le sugiero se de una vuelta por su televisor y vea Descubriendo Nunca Jamás. La recomiendo.

Hace bien. Quizás termine escribiendo algo en un blog o en un papel.