domingo, marzo 26, 2006

Aún Soy Un Detenido Desaparecido

Aún sigo siendo un detenido desaparecido. A los 32 años perdieron mi rastro y mi mujer desapareció conmigo. Desaparecí muy joven, cuando me dijeron que sería padre. Desaparecí cuando aún no quería desaparecer. Desaparecí en Argentina. desaparecí en la sierra. Desaparecí llamándome Gerardo Espíndola, con mi esposa de nombre Rita Ales y en su vientre mi hija de dos meses y que aún no conozco.

Y no alcancé a disfrutar la alegría de ser padre. Pasaron tres años para conseguir con mi esposa concebir a nuestra María Victoria, que fue salvada de la muerte y entregada a su abuela materna. Pero aún no la conozco.

De Córdoba me fui a la Sierra, en búsqueda de la calma no encontré sosiego. Mi oficio de comerciante y mi pequeña farmacia no alcanzaron para protegerme de la dictadura. Mi mujer, asistente social tampoco se salvo de ello.

Nuestro trabajo en una organización social poniendo techos en barrios de obreros y el pensamiento ajeno a la dictadura nos pasaron la cuenta.

Y ya creo que morí, así lo han dicho, así lo han querido hacer saber. Y mi mujer también creo que murió, su destino estaba escrito al momento del parto y los diálogos que hablaban de una sobredosis de anestesia o una inyección de aire después de dar a luz.

Desaparecí joven, en medio de la alegría de ser padre, en el amor de mi mujer.

Desaparecí en la sierra.

Desaparecí en 1977, un año antes que yo naciera.


"Escribí esto en AtinaChile al cumplirse otro año más del inicio de la dictadura en Argentina.

Unas palabras para no olvidar, en recuerdo de MI TOCAYO de nombre y apellido …que nunca hizo daño y que partió a la sierra”.

viernes, marzo 24, 2006

Viajando, viviendo, recordando

De vuelta al nido
Arica con sol y calor

Estuve tres días por allá en el centro. Santiago y mis orígenes a fines de los 70 resumidos en algunas horas caminando por las calles junto a los autos, edificios y un país en desarrollo que a veces no alcanzamos a dimensionar desde este extremo. Abrazos y saludos para los que conocí, abrazos y cariños para los que reencontré y así fueron pasando los minutos en mis días en la capital.

Menores fueron las horas de mi tiempo en Valparaíso, pero no así fue la intensidad de este puerto. La noche y las luces en los cerros con mi amarillo fetichismo de brillos nocturnos dibujados en la nada. Mi encuentro de frente con cerros de colores, escaleras interminables, esquinas recién salidas del sacapuntas y una ciudad con cuerpo, con historia y demasiada pasión.

Fue así de extraño el momento de descubrir que Valparaíso no es una ciudad, sino que es poesía. Caminar entre versos, palabras y rimas, observar a lo lejos cómo una gaviota lleva en su pico una palabra y cómo esa palabra se transforma en oda junto con los barcos en el puerto.

Me sentí a gusto en la esquina esperando a que la metáfora cambiara a luz roja para cruzar una calle. Me sentí a gusto al pararme en el centro de una avenida para apreciar la frontera de los sentidos. Me sentí y me senté en una escalera a ver como desde el techo de una vieja casa salía volando un poema.

Hoy ya estoy en mi Arica con sus otros poemas, sus otras historias y con mi blog reparando en el recuerdo de estos días que pasaron.

miércoles, marzo 22, 2006

Noche Porteña

Valparaíso
Primera noche de otoño

La noche está helada, la luna más quieta que de costumbre, los cerros iluminados en una ciudad que duerme, yo escribiendo, Playa Ancha me acoge, unos perros ladran, las casas se observan, su arquitectura me coquetea, tantas vueltas en auto me dejaron mareado. Y las calles están vacías, algunas ventanas permanecen iluminadas, el teclado suena con fuerza el camino de este texto y después de 27 años dando vueltas por la vida, al fin conocí Valparaíso.

lunes, marzo 13, 2006

Estado de Sitio

Situado en el centro del espacio, los ojos hacia el cielo y una sonrisa que se mueve y sale volando por una brisa azul, como aquellas de los días de verano cuando solo una mínima nube es un blanco lunar en el filmamento.

Situado en el centro del espacio busco el punto de la felicidad que marca el inicio de una hebra, que luego es hilo, piola, soga y cuerda para amarrala en el cuello y colgarme de la sublime gracia que me hace sonreír. Atarla a mis pies o en mi muñeca izquierda y mi muñeca derecha, para no olvidar y recordarla cada vez que miro al oriente o al poniente.

Situado en el desierto caminando por la ruta seca de una vida pasada y los pasos que otros marcaron la huella que hoy recorro, recogiendo recuerdos y guardando experiencias que no son mías, pero que en algún momento me auydarán a seguir esta seca ruta iluminada.

Situado en este momento de mi vida recorrida.

Situado frente al mar, la cordillera, el sol y los valles.

Situado frente a mi reflejo que a veces desconozco.

Situado para mirarme, saludarme, presentame y conocerme.

Situado en este sitio donde escribo.

Situado en la palabra.

Situado en el silencio.

Así de simple. Situado en este momento.