lunes, febrero 01, 2010

¡Adiós a la pequeña Rockstar!



Como por arte de magia despertó en Santiago. Cómo por arte de magia su tío llegó a nuestra capital a buscarla. Es así como se tejió la historia de estas enormes marionetas que recorrieron las calles de nuestra ciudad, transformándose en toda una revolución entre quienes acudimos a observalas.

A diferencia de su anterior visita, esta vez sí pude ver su andar por el país. Y ¡caramba!, que fortuna fue el apreciar tamaña intervención cultural; no solo intervención en las calles, sino que también en las emociones de quienes las habitan.

Fue así que la Pequeña Gigante y el Tío Escafandra, me impactaron en su belleza y sofisticación. En su andar calmado, en sus pausas para refrescarse o echar la siesta, en su mirar curioso a los "otros curiosos" que estábamos en la acera observando y en su puesta en escena que no promete más que una historia simple, pero de una magia más que permanente.

Por el Parque Almagro navegando o durmiendo junto a un geiser frente al Mercado Central, fueron parte de este paseo, que más que andar por calles, se transformó un recorrido de símbolos de la ciudad y de su estructura. La Moneda, la Alameda, el Parque O'higgins, la Plaza de Armas, entre otros, son elementos constitutivos de nuestra identidad, siendo el paso de los gigantes un saludo al corazón de nuestro querido Chile.

Ternura y magia, brillaba entre quienes con banderas, cintillos y credenciales del fans club oficial de la muñeca colgadas en su cuello, gritaban, cuan estrella de rock, cuando ésta se acercaba. La pasión crecía aún más, cuando la marioneta agachaba la cabeza, miraba y saludaba con sus ojos a los que yacíamos de pie aplaudiendo.

Y si se trata de resumir el paisaje del momento, hablaría de niños en los hombros de sus padres entusiastas que sorprendidos gritaban un ¡hola!; mientras que en las calles paralelas se vivían verdaderas maratones para ganar tiempo y esperar una cuadra antes que llegara la pequeña.

Tener en nuestro país a una compañía como Royal de Luxe, no es menor, y bien lo supo el público que aprovechó cada calle intervenida y las transmisiones en tv para seguir en paso de tan excelsas visitas. Un show que revivió con fuerza la emoción de la ciudad colectiva; de la recuperación del espacio público; de la cultura de un pueblo que madura para disfrutar del arte en las calles; de entender que la magia está en querer creer y no temer a aplaudir con fuerza y gritar a todo pulmón. Un show para agradecer por haberlo vivido. Y un momento para decir adiós a estos personajes, verdaderos rockstar que vinieron a remecer el corazón chileno.

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