lunes, enero 17, 2011

Diatriba de victoria para el coro entre máquinas y un desaparecido


Buscando en Wikipedia el significado de la palabra "diatriba" encontré esta definición:


"es un escrito violento, a veces injurioso, dirigido contra personas o grupos sociales".


Pues bien, harto de ello tiene la obra de teatro de Rodrigo Pérez "Diatriba de la Victoria". Una obra coral, que pone en una fábrica a cuatro obreras bajo el manto patente de la dictadura.

Pérez tomó tres textos para hacer esta pieza, la "Diatriba de la empecinada" de Juan Radrigán, un poema del psicoanalista Roberto Aceituno y el discurso de la victoria de Salvador Allende (más bien el discurso de ascensión de Allende en el Estadio Nacional), los que como un tejido van siendo declamados, dialogados, cantados y actuado por estas mujeres trabajadoras.

Un montaje con olor a ladrillo húmedo y polvo suspendido. Con la mirada penetrante de un reloj grande de pared. Una puesta en escena donde el texto es el protagonista, que con la fuerza de las intensidades golpea a quien lo escuche. Diálogos profundos de estas mujeres chilenas y universales, que en su pobreza y dolor no se resignan al destino truncado y en medio del sometimiento obligado, mantienen sus emociones libres, para revelarse y mandar a la chucha a cuanto peso les impida sentir amor.

En las obreras, Catalina Saavedra, Amparo Noguera, Gabriela Aguilera y Marcela Millie, quienes bajan un viejo interruptor para que las máquinas empiecen a moverse y la luz caiga más abajo de sus ojos, de sus hombros y manos y así reducir su vida a la mera producción de su trabajo. Obreras actrices notables, dulces en sus cantos, rudas en sus discursos.

La fábrica parece una pared y los diálogos aquellas proclamas que se escriben en ella. Así como se cruzan los textos, se sobreponen también las emociones, por un lado la esperanza de un pueblo y su futuro, por otro, el peso de ese instante interminable que acabó con la esperanza. En un tercer espacio, nosotros, el público, los que estamos en las sillas, mirando con la distancia de la historia a nuestro presente y con la emoción, en mi caso, de verme tomado y sentirme agredido por los textos iracundos de un diálogo desesperado.

Una de las obreras me grita desde su puesto de trabajo "...tráiganlo a combos, a besos, a patás, agárrenlo de las mechas, de los cocos, del alma, eso a mí no me importa, pero al Amor, me lo traen de vuelta a este país, cueste lo que cueste"...

Yo solo la miro. Siento.

Y no sé como traer de regreso a ese desaparecido.

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