martes, septiembre 27, 2005

Surcando el camino del infinito

Alejado del espacio,
pido mis disculpas
por la ausencia


Recuerdo mis viajes Arica a Antofagasta en los tiempos de la universidad. Viajes de bus que prefería de noche y siempre sentado hacia la ventana. Después de los abrazos y las despedidas, me quedaba observando la ciudad en movimiento de salida, sus autos, calles y luces amarillas, que poco a poco se disolvían hasta entrar en la oscuridad del desierto. Observaba hacia adelante, hacia la carretera oscura que de pronto se iluminaba por el foco de algún camión solitario en su viaje por los caminos de este norte nocturno.

Sentado en el bus, a veces una película, a veces un libro, pero generalmente dormía en un sueño intermitente de saltos, curvas y claridad de algunos pocos pueblos, también de luces amarillas, que permanecen en el camino.

Y las noches del desierto son frías, de ese hielo transparente que baja, sube, brota y está en el espacio interminable que me obliga a buscar el abrigo de un chaleco, un gorro o una manta y a observar por la ventana la helada nocturna bajo al cielo de constelaciones infinitas.

Puede que un viaje en bus o en auto no sea lo más cómodo, pero estar en medio del desierto, con sus noche llenas de estrellas y su cielo enteramente limpio o en el día con el sol inmenso y los remolinos que bailan en los cerros de tonos diferentes es una experiencia que quien habite estos rincones del norte debe vivirla.

Y la luna, generalmente juega a la sorpresa, cuando el cielo está tomando un azul más oscuro se deja ver grande, mientras se alza en medio del sonido especial del silencio del desierto.

Recorrer este espacio de tierras secas, de cementerios pequeños, con flores de papel y cruces quemadas por el sol. Este espacio de ciudades fantasmas, salitreras olvidadas de épocas de gloria y sufrimiento. Este espacio inmenso amarillo, café, salmón, negro y blanco. Recorrer el desierto en un viaje carretero.

Recorrerlo para reflexionar. Recorrerlo para conversar. Recorrerlo para vivirlo. Y comprender la vida en el infinito, surcando el manto de tierra y rocas y observar así la belleza de estar en este paisaje eternamente único.

jueves, septiembre 15, 2005

Música documental



Hay canciones que son verdaderas crónicas. Documentales cantados que nos cuentan sobre un lugar, un espacio del tiempo, un sentimiento o simplemente sobre el camino que un desconocido decidió trazar un día. Hoy ya estamos celebrando nuestras fiestas patrias en Chile, y todo se pinta con ese sentimiento festivo y de recuperación de historias que por años flotan en el aire junto a nosostros, pero que muchas veces no percibimos. Por ejemplo las canciones con olor a tierra húmeda, que como un buen final de invierno, florecen en las calles y se oyen cuando caminas por el centro.
El otro día caminando por el Paseo 21 de Mayo, una multitienda tocaba desde sus parlantes El Arado de Víctor Jara... notable canción que me retuvo frente a las vitrinas del local cantando con el maestro; luego vino el Pueblo Unido de los Quilapayún y mi catarsis casi llega a su punto máximo.
Pero en fin, escribo este post para regalar una canción, una que al oírla me llena de nostalgia de un lugar que no conozco y me traslada a un paseo por sus calles, por su gente, por su historia. Es un vals, guitarreado en las esquinas, magnificado por Los Jaivas en muchas de sus presentaciones y escrito por un poeta que me era desconocido y que en su sabiduría tomó hebra por hebra diferentes vidas, para hilvanar el mejor tejido de la historia de su tierra, Osvaldo "Gitano" Rodríguez.


Acá la comparto

Valparaíso

Yo no he sabido nunca de su historia,
un día nací allí sencillamente,
el viejo puerto vigiló mi infancia
con rostro de fría indiferencia,
porque no nací pobre y siempre tuve
un miedo inconcebible a la pobreza.

Yo les quiero contar lo que he observado
para que lo vayamos conociendo:
el habitante encadenó las calles,
la lluvia destiñó las escaleras,
un manto de tristezas fue cubriendo
los cerros con sus calles y sus niños.

Y vino el temporal y la llovizna,
con su carga de arena y desperdicio,
por ahí pasó la muerte tantas veces,
la muerte que enlutó a Valparaíso
y una vez más el viento, como siempre,
limpió la cara de este puerto herido.

Pero este puerto amarra como el hambre,
no se puede vivir sin conocerlo,
no se puede dejar sin que nos falten
la brea, el viento sur, los volantines,
el pescador de jaibas que entristece
nuestro paisaje de la costanera.

Yo no he sabido nunca de su historia...

domingo, septiembre 11, 2005

Utopías truncas

Hoy el día despertó gris. En la televisión los disturbios. En las calles marchas y gritos pintados de negros, y en otros rincones habrá alguno celebrando su recordada "gesta". Y en este blog, estoy queriendo no olvidar, pues si al construir olvidamos las malas jugadas que nos presentó la vida, volveremos cometer los mismos errores y a pasar por las mismas tragedias.

Mantener la memoria viva es vital para el fortalecimiento de mi nación.

En este día gris comparto esta máxima, recordando a los soñadores que vieron truncados sus grandes ideales que alumbraban el espacio desde el fin del mundo.


"Ella está en el horizonte.
Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos.
Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá.
Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré.
¿Para qué sirve la utopía?
Para eso sirve: para caminar".
Eduardo Galeano

Invierno, Arica, septiembre 11, 2005

viernes, septiembre 09, 2005

Fiestas Patrias a la ariqueña



Arica es la ciudad más antigua pre y post conquista de Chile, pero es la más nueva en incorporarse a nuestro territorio. En Arica no hay huasos, pero tenemos una media luna y celebramos el Campeonato Nacional de Cueca.

Y en Arica se celebrará la primera fonda blog.


Hacemos un paréntesis a los café-blog y celebremos las Fiestas Patrias. Nos reuniremos en la Junta de Vecinos de Patricio Lynch con Ejército (arriba casi llegando a los faldeos del Morro, es una casona antigua, estilo colonial). Algunos se entusiamaron con sus guitarras para un buen canturreo, otros para unos zapateos de una cueca nortina caliche... y así un momento de compartir en buena onda.

La "quina" es para comprar su buen vino, su choripan y cosas por el estilo... también se aceptan donaciones al momento para el malón. Creamos un correo para juntar a la bandada de bloggistas del extremo de Chile, el mail es extremablog@chile.com.

Este 17 de septiembre se viene a todo blog.

domingo, septiembre 04, 2005

Nocturno, viaje solitario


Tantos días sin escribir, tanto descuido, tanto silencio... pero ya estoy acá, con mi crónicas sobre esta tierra del norte, para compartir un instante de un paseo nocturno por la playa.

Un bote surcó lentamente el mar. La playa Chinchorro pintada de negro es cortejada por unas luces amarillas que marcan el camino hacia las sombras que circundan la costa infinita. Un muelle viejo abandonado observa al pescador silencioso en su espera vestido de gorro, parca y café caliente junto a sus redes, mientras contempla la ciudad que poco a poco se duerme en una noche templada de invierno en el desierto; y yo estoy en esa ciudad caminando y yo estoy en esa ciudad escribiendo en otra noche, en otro momento, en un ahora.

De vez en cuando se ve a algún pez saltar solitario, al igual que el vuelo de una gaviota que interrumpe la levedad de la niebla que esta vez flota débil sobre el mar. Quizás ese mismo vuelo lo contemplaron hace casi 10 mil años los otros que también caminaron por estas tierras, aquellos pescadores cuya huella no fue borrada por las olas que limpian la arena, sino que su testimonio aún permanece para que el mundo sepa que en este espacio del Pacífico, hubo personas, hubo una raza, hubo una familia que hoy duerme bajo los ojos curiosos de quienes intentamos comprender su misterio.

Estos pescadores sencillos de las costas del desierto trascendieron con su arte. Su espíritu milenario se apoderó de la tierra, del mar, del aiíre, del fuego y escribieron desde un rito sagrado el más bello epitafio para cada uno de quienes emigraba desde ese pretérito presente.

Chinchorro fue la cultura, algunos cerámicos, otros telares, pequeñas armas y anzuelo son testimonio de estos viejos que habitaron la tierra en la que hoy escribo; pero la mayor expresión de arte fue trazada sobre el lienzo de la muerte, sobre una fe desconocida y la esperanza en un qué se yo, que los llevo a trascender el cuerpo en miles de generaciones, quizás en respuesta a un deseo de eternidad o al simple acto generoso de acompañar en el camino al que ya no está.

Las momias se multiplican por todo el subsuelo de mi Arica y el vecino Camarones. Morro, valles, casas, esquinas y costa dejan ver de vez en cuando el testimonio de los aquí vivieron, mostrándose enteras en su descanso eterno. Y la ciudad sigue creciendo y bajo sus cimientos concientes se oculta profundo este tesoro místico de la gracia antepasada, se oculta para que en otros diez mil años más alguien lo descubra nuevamente y sueñe con misterio que guarda el cultivar el arte en el seno de la muerte.

En el mar otros botes se divisan a lo lejos. Otras historias que flotan sobre la costa escriben trozos de esta vida que entre redes, mar y peces siguen la huella de los que ya caminaron por acá hace miles de años y que tal vez, al igual que yo en ese paseo nocturno, observaron hacia adentro, hacia el cielo y hacia el mar infinito buscando una huella de otras vidas y de otros tiempos.