Los grandes medios están en huelga de hambre
Centran sus energías en situaciones dramáticas, que nos remueven y nos pone a todos bajo la misma mirada y espíritu. Pero ante lo otro guardan silencio, como si eso otro fuera a desviar la atención. Parece que eso otro les molesta. Mejor escribiré y leeré en voz baja para no molestarlos y sacarlos de su obsesión de guardar silencio. Ayunan.
El sur está quieto, muy quieto. El sur ni siquiera come. El sur parece que dejará de respirar. Por eso los medios también permanecen quietos. No se mueven, menos se conmueven. La piel es muy oscura para que brille con el flash y los focos de las cámaras. Además de oscura está quieta, muy quieta, tanto que los aburre. El sur está quieto, por eso ayunan.
Y qué más da, si ya van por los dos meses y siguen ahí. Está vez no está la piedra, ni el fuego que vale más para la pantalla que el hambre prolongado. Esta vez la violencia viene de los medios. Viene de arsenal de información que los excluye, que los segrega a un breve, a una glosa o a un después de comerciales que nunca llega. Esta vez ellos no gritan. Por eso los medios solidarizan guardando silencio. Solidarizan ayunando. Ayunan.
Qué pasó con la pauta. Está muy llena. Está satisfecha de huelgas, de reclamos y de exigencias chilenas. Valen más las protestas extranjeras, le dan más glamour a la crónica que la pataleta de un grupo de chilenitos que vive en el sur, más abajo del Bío Bío. Total qué son casi dos meses en huelga de hambre. Solo un par de días. Solo 32 personas. Ayunan.
Me rebelo ante el silencio miserable de los grandes medios que no informan. Ese silencio vomitivo no merece más que mi desprecio. Me rebelo y entrego mi apoyo a los presos mapuches. Digo no a la aplicación de la ley antiterrorista. Y digo no al bloqueo comunicacional frente a ellos. Me rebelo. No ayuno.